"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar"
Júpiter es el regente de mi casa IX y, desde el Ascendente, hace trígono a Saturno, Urano y Neptuno. De verdad que tengo una suerte para encontrar maestros y personas que desinteresadamente me ayudan desde el extranjero que siento que tengo que hacer algo a cambio, por lo menos compartirlo.
Me encontraba en plena crisis existencial, muchos cambios para una Luna en Tauro. Había planeado ir pero no me decidía a comprar los billetes y demás. Sentía que al volver de allí sería un antes y un después. Creía que no podía enfrentarlo.
Nos acababan de robar la furgoneta, no quería gastar dinero de más y los billetes para estas fechas me parecían un poco caros, pretendía trabajar y "hacer el agosto". Mi relación sentimental estaba en un limbo, así que, pensaba encerrarme en casa a que pasara la tempestad, que no sucediera nada más.
Decidí que no iba, pero todas las situaciones me empujaban a ello hasta que, me llama Claudio diciéndo que había encontrado una súper oferta de vuelo y, sin pensarlo, en ese mismo momento, la compro. Ya estaba hecho.
No sabía en las condiciones que iba, ni dónde dormiría, ni con quién, ni qué había allí que me interesara conocer... Nada. Pero me lancé. Nada más llegar, además de descubrir que sorprendentemente en Bolonia hace más calor que en Madrid, me estaba esperando un abrazo amigo aún más caluroso.
Cogimos el bus del aeropuerto a la ciudad mientras nos adentrábamos en su maravillosa historia. Resulta que tiene forma de carta natal y está tan perfectamente organizada de acuerdo a su energía que cuenta con doce puertas, asociadas a los doce signos del zodiaco, colocadas alrededor del centro histórico recordando por dónde pasaba la muralla que la protegía. Cada una al final de una carretera radial y siguiendo el orden zodiacal. La puerta de Aries, al lado de un cuartel militar, con formas picudas de ladrillo. La de Géminis es la única que tiene dos torreoncitos, la de Sagitario es donde está justo la Universidad... Así fuimos recorriendo las distintas áreas observando cómo iba cambiando el panorama.
(Porta Saragozza, Bologna. Géminis)
Asombroso. ¿Quién podría haberla organizado mejor? ¿Cómo podría ser todo eso casualidad? Empezaba la magia.
Después del viaje turístico en autobús llegamos a la zona donde iba a vivir esos días. Para mi sorpresa, una amiga de Claudio me dejaba su casa entera. Justo "coincidió" que el día que yo llegaba, ella se iba a la playa y volvía cuando me iba. De verdad que el Universo de otra cosa no, pero en tiempos, es un experto.
La casa era de mis sueños, de verdad, imposible gustarme más. Poco a poco me fui adentrando en su energía, en la de la dueña, a quien no conocía de absolutamente nada. Era una sensación realmente extraña que alguien confiara tanto como para compartir toda su intimidad, su despensa, sus sábanas, su tesoro de libros. Desde luego todo lo contrario a mí, que casi ni el gato entra en mi habitación.
De repente me sentía empoderada, sumamente autónoma, libre, segura de mí misma. Sentía una independencia y madurez maravillosas. Ni siquiera sabía cuántos años tenía, pero imaginaba que unos cincuenta por la calidad de vida que percibía.
Parecía que era la casa de una mujer soltera, sin hijos, muy centrada en su carrera, súper profesional, de vuelta de toda creencia femenina tradicional.
Tuve la oportunidad de probarme otro tipo de vida contraria a la que solía desear. Era como si fuera mi yo del futuro encarnado en casa estuviera dispuesto a mostrarme que había más mundo fuera de lo que nos han hecho creer y desear, que tengo permiso para vivir lo que yo quiera que sea mi realidad. Que puedo elegir, crear y probar lo que necesite y saltar los límites de esta mentalidad. Quizá por eso destruyeron la muralla de Bolonia dejando solo sus puertas. A veces los límites nos protegen, pero también nos impiden crecer.
Esta mujer tiene una pequeñita terraza en su dormitorio y me encantaba salir para asomarme al cielo antes de ir a dormir. Una mañana al despertarme sentí con fuerza que en la casa III de ella debía de estar el signo de Acuario y fue así como empecé a poner en práctica lo que nos había enseñado en clase Tito Maciá:
"Si en la casa III está Acuario, en el dormitorio hay una terraza para poder ver las estrellas". Si además en el salón (la casa V) estoy viendo que hay una chimenea, en una esquina, picuda, con los típicos utensilios de hierro con los que podrías abrirle la cabeza a alguien si surge el momento, deduzco que solo podía encontrarse Aries (o Marte). Si en el baño (la casa VIII) veo un espejo de estos que giras y te ves en aumento, así como bastantes perfumes, maquillajes y un tocador bonito, está Venus. Si hay un espejo que ocupa toda la pared, solo podía ser obra de Cáncer o la Luna. Etc.
De verdad, ojalá me dejara publicar las fotos de esa casa y su carta porque cumplía las normas a rajatabla. Después Claudio confirmó que era como lo había sentido. ¡Pero qué éxtasis al descubrir que cada detalle astrológico tenía su representación oficial en su hogar! No sé, dime si no te enamoras cuando en el área de la cocina (casa IV) descubres que está Piscis y ¡no tiene paredes! Pero las que hay alrededor son moradas. Que cuesta distinguir el límite entre el salón, el comedor o el fogón. Era una perfecta proyección suya. Evidentemente no todos conseguimos vivir en la casa de nuestros sueños, pero ella si lo hacía.
Esa experiencia de probarse otras vidas es la misma que cuando en las constelaciones familiares hacemos de representantes o a la hora de interpretar la carta de alguien. ¿Y cuando te enamoras de una persona con Venus en Acuario? Pues te vuelves astróloga. ¿Y si además tiene cuadraturas con Marte y Plutón? Quizá eres la otra, o te obsesionas, lo violas o te dejas poseer, váyase usted a saber. El caso es que te conviertes en la perfecta actriz que necesita para representar su tragicomedia, pero no sabía que también mi vida podría cambiar tanto por unos pocos días en otro hogar.
A ver quién descubre qué es lo que se escenificó al vivir su Venus en Cáncer en casa VIII en cuadratura a Urano en Libra en su casa XI. Estaba claro.
La verdad es que yo pasaba por aquí porque pretendía contar otra cosa, pero siempre me lío.
Al día siguiente a medio día tenía que encontrarme con Claudio en un punto intermedio entre su casa y la mía. Hablamos por teléfono y empieza a darme las explicaciones de cómo llegar.
- Sales de casa, bajas la cuesta, sigues hacia la izquierda, coges la calle Nosequénini y cuando llegues ahí me llamas.
- Pero Claudio, dime el punto exacto donde nos vemos y lo pongo en Google Maps, lo estudio en casa y voy a tiro hecho. Mándamelo por escrito que no lo entiendo. (Tan metafórico...).
- La Via Noséquénini, número 9698986... blablabla.
- Ok.
Al rato lo llamo:
- Claudio, me has dicho la calle Noséquénini ¡pero hay dos que se llaman así! ¿Qué nombre exacto tiene? (Puntualizar que su Sol está en Piscis sobra, ¿no?).
- Es Via Tinoni Noséquénini. Número 98630824087, pero cuando llegues a la Via PizzaMargarita tú me llamas y te indico cómo llegar.
Ya nerviosa, sin conocer la ciudad, sin el bendito GPS que uso hasta para ir a por el pan, casi me pongo a llorar.
- Pero Claudio, que no conozco nada, me voy a perder, ¿no podemos quedar en un punto exacto y ya me apaño yo para llegar?
Insiste en que no me preocupe, al final me dice más o menos un número de calle, cuando llego allí obedezco y lo llamo. Me explica hasta dónde ir aunque me da el nombre de otra calle diferente, aun así sé que he llagado donde él quería, aunque todavía no está.
Lo vuelvo a llamar para ver si estoy donde tengo que estar y me da nuevas indicaciones:
- ¿Ves "el estrachelito" con arbolitos?
- ¿Qué es "el estrachelito", Claudio?
- El caminito.
- ¡Síííí, lo veo!
- Ve por ahí que nos encontramos.
Qué angustia tan familiar..., aun así, lo conseguimos.
(Señal al final de la primera calle)
Bueno pues esto pasa continuamente y nunca jamás escucho las indicaciones que dan porque creo que soy incapaz de orientarme sin GPS. Quien me conoce, sabe que odiaba perderme, que antes me ponía de una mala leche increíble cuando (hasta con el TomTom) me confundía. Que me gusta ir directa, a tiro hecho, rápido y sin pensar. Lo que es una Aries. Que necesito saber a dónde voy, para qué quieres que vaya a ese sitio, qué voy a encontrar allí...
Al fin, al fin aprendo, que lo que importa es recorrer el camino, no el destino. Que debo confiar en mi intuición, ir atenta a las señales y que no necesito un GPS ni una carta astral que me diga qué camino tomar. Que el recorrido se va haciendo por etapas, no te pueden informar exactamente dónde ni cuándo vas a llegar, porque depende de cómo y cuánto muevas el culo del sofá. Que cuando hayas cumplido una meta, otra a continuación vendrá.
Vale, son las típicas frases de Paulo Coelho, estoy de acuerdo. Pero la mente comprende lo que experimenta el cuerpo. Si no, dime tú por qué tocaste aquella vez el fuego.
Firmado: Marte en Acuario.